Los tapices de Wainscot fueron objetos destinados a
vestir paredes y fueron diseñados para colgar encima de carriles incrustados en
los artesonados para ser vistos a la altura de los ojos. Su anchura
considerable en proporción a su altura proporcionó desafíos considerables a los
diseñadores de la época. Los diseños más acertados trataban sobre escenas
florales, hojas gigantescas, escenas de caza y tapicerías para coros, siendo
estos con sus temas sagrados los usados para decorar catedrales, abadías e
iglesias. Los tapices frontales, doseles o antependia, fueron diseñados y tejidos
para adornar el altar de centros de culto. Algunos de estos son de calidad extraordinaria y, entre
las tapicerías más hermosas de la Edad Media y períodos del Renacimiento,
encontramos este, datado en Brujas en el año 1602 y que muestra el escudo
nobiliario con las armas de Nicolás Cavelier. Sus dimensiones son de 4.52 m x
1.66 m. Forma parte de una serie de escenas relacionadas con la vida de San
Vicente y, en concreto, muestra escenas consecutivas de la muerte del santo, llegada del cuerpo de San
Vicente a las costas de Cullera, su recogida, embalsamamiento y depósito en una ermita y la veneración y posterior traslación años después de su
cuerpo a Valencia. Tiene la particularidad de narrar en francés en verso en su parte inferior lo que acontece en las escenas.