De entre las varias teorías que tratan de la traslación del
cuerpo de San Vicente, existe una minoritaria que habla de su
traslado al Sur de Italia pero que alcanzó una sorprendente repercusión posterior.
El monasterio de San Vincenzo al Volturno se fundó en el año 703 por tres
monjes de la zona del Benevento de nombres Paldo, Taso y Tato.
Ellos construyeron el monasterio sobre las ruinas de un oratorio romano del
siglo V que estaba dedicado a San Vicente. En solo un siglo el monasterio llegó
a ser uno de los más grandes en Europa y un gran centro de cultura espiritual.
La artesanía que se hacía incluía la producción de vidrio, de cerámicas,
trabajos con metal y esmalte, esculturas, caligrafía, iluminación de
manuscritos y el arte del fresco. Algunos de los frescos aún se pueden ver en
la cripta del Abad Epifanio de la Basilica de San Vincenzo Maggiore,
la cual fue construida por el Abad Josué con la ayuda de la dinastía
carolina. Los frescos de esos tiempos forman parte actualmente del Tesoro Nacional
de Italia. Este monasterio benedictino de Sant Vincenzo Al Volturno debía tener
alguna reliquia del santo que con posterioridad se creyó y difundió que era
todo su cuerpo. Este hecho se magnificó en el siglo IX por la gran prosperidad
alcanzada por el monasterio y originó que se convirtiese en un centro de
difusión del culto a San Vicente en el Sur de Italia.
Esta vida monástica intensamente creativa que hemos descrito fue interrumpida
violentamente por un ataque y saqueo de los Sarracenos el día 10 de octubre del
año 881. El monasterio fue completamente destruido y entre 500 y 900 monjes
encontraron la muerte y, los que sobrevivieron, huyeron a Capua. Para
proteger del ataque este preciado tesoro la reliquia fue trasladada a Cortona,
en la toscana Diócesis de Arezzo, para ser donada por su obispo en el año 969
al emperador germano Otón “El Grande” que se la llevó a la ciudad francesa de
Metz. Allí, su Obispo Teodorico, que era su pariente y devoto de San Vicente,
le había dedicado un monasterio y así se malograban los deseos de muchos
obispos italianos como Ambrosio de Bérgamo que habían querido poseer estas
reliquias y cuya sede catedralicia ya había erigida en honor al santo. En el
año 914 la comunidad regresó y restauró los edificios antiguos y reedificó los destruidos
reanudándose la vida monástica tal y como había sido en sus principios cuando
se fundó el monasterio. En el siglo XII el monasterio fue trasladado al otro
lado del río Volturno piedra a piedra. Los fundamentos de los edificios
antiguos se quedaron y fueron rellenados con tierra y así sirvieron para las
plantaciones. El Abad Giovanni
empezó en ese tiempo a escribir la
Cronica Volturnese que está guardada en la Biblioteca del Vaticano
en Roma y es un verdadero tesoro miniado. Este es un códice redactado en
escritura del Benevento y que relata la historia bíblica desde los primeros
tiempos y la del monasterio resaltando su fama. Existe un museo únicamente
dedicado a su estudio y una Asociación dedicada a proteger todo este patrimonio
cultural. Se sabe por una bula papal de Pascual II que el Monasterio
llegó a tener hasta trece capillas en la región dependientes de él y daba
noticia de la reliquia del santo.