
La obra fue encargada hacia el año 1455 a Jaume Huguet pero, por razones desconocidas, puede ser por desavenencias entre el pintor y la parroquia, Huguet no completó nunca el retablo. Estas desavenencias se alargaron incluso después de la muerte del artista, de manera que el año 1492 su viuda, Joana Baruta, reclamaba la remuneración prometida por el trabajo hecho por su marido. La viuda murió sin que el conflicto con los feligreses de Sarrià se resolviese y fue la hija de ambos, Eulalia Huguet, quien continuó reclamando la deuda. Se llegó incluso a constituir un arbitraje neutral, pero la resolución no fue aceptada por la hija de Huguet. En este punto, ya a principio del siglo XVI, la parroquia de San Vicenç de Sarrià decidió contratar un segundo artista, conocido con el nombre de Maestro de Castelsardo, para completar las tablas inacabadas. Una vez finalizado, el retablo presidió el altar mayor de la iglesia hasta que en el siglo XVIII, con la construcción del actual templo, un altar barroco más de acuerdo con el gusto de la época sustituyó a la obra de Huguet que fue colocada en una capilla lateral. La obra se convirtió en una de las joyas de la pintura gótica catalana y su renombre hizo que en el año 1902 la Junta de Museos de Barcelona la seleccionase para una exposición de arte sacro. La pieza, sin embargo, ya no iba a volver a la parroquia y más tarde pasó a formar parte del fondo del Museo de Arte de Cataluña, hoy Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).