jueves, 2 de agosto de 2012

El retablo de San Vicente Mártir de Sarriá, obra de Jaume Huguet.


El retablo de Sant Vicenç de Sarrià ha vivido una historia llena de peripecias a lo largo de los siglos. Originalmente constaba de doce tablas y una imagen central del santo patrón que se perdieron por causas indeterminadas, de manera que hoy sólo nos han llegado nueve; cinco de Jaume Huguet: Ordenación de San Vicente, San Vicente hace caer un ídolo, San Vicente en el ecúleo y detalle, San Vicente en la hoguera con su detalle y milagros póstumos, y tres más atribuidas al Maestro de Castelsardo; Flagelación , San Vicente en la parrilla y Muerte de San Vicente. La novena escena fue realizada por un pintor de una calidad inferior y representa a unos ángeles confortando a San Vicente.

La obra fue encargada hacia el año 1455 a Jaume Huguet pero, por razones desconocidas, puede ser por desavenencias entre el pintor y la parroquia, Huguet no completó nunca el retablo. Estas desavenencias se alargaron incluso después de la muerte del artista, de manera que el año 1492 su viuda, Joana Baruta, reclamaba la remuneración prometida por el trabajo hecho por su marido. La viuda murió sin que el conflicto con los feligreses de Sarrià se resolviese y fue la hija de ambos, Eulalia Huguet, quien continuó reclamando la deuda. Se llegó incluso a constituir un arbitraje neutral, pero la resolución no fue aceptada por la hija de Huguet. En este punto, ya a principio del siglo XVI, la parroquia de San Vicenç de Sarrià decidió contratar un segundo artista, conocido con el nombre de Maestro de Castelsardo, para completar las tablas inacabadas. Una vez finalizado, el retablo presidió el altar mayor de la iglesia hasta que en el siglo XVIII, con la construcción del actual templo, un altar barroco más de acuerdo con el gusto de la época sustituyó a la obra de Huguet que fue colocada en una capilla lateral. La obra se convirtió en una de las joyas de la pintura gótica catalana y su renombre hizo que en el año 1902 la Junta de Museos de Barcelona la seleccionase para una exposición de arte sacro. La pieza, sin embargo, ya no iba a volver a la parroquia y más tarde pasó a formar parte del fondo del Museo de Arte de Cataluña, hoy Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).