martes, 15 de septiembre de 2009

Las portadas tardorrománicas del Monasterio de San Vicente de la Roqueta de Valencia.


El templo del antiguo Monasterio de San Vicente Mártir en Valencia conserva, no sabemos por cuanto tiempo más por la desidia rehabilitadora de nuestras autoridades , dos primitivas portadas tardorrománicas de la época de Jaime I el Conquistador en la primera escultura valenciana posterior a la conquista cristiana . Y es que ,como se ha dicho, este monasterio fue fundado por Jaime I al conquistar la ciudad en 1238 para dejar constancia del lugar donde la tradición afirmaba que había sido enterrado el mártir Vicente al que el Rey se encomendó en la conquista de Valencia . Por ello el monarca se reservó el “ius patronatus” del lugar para edificar un conjunto compuesto de iglesia, monasterio y hospital a los que colmó de privilegios y rentas y que planificó en su testamento. Este lugar por tanto se convirtió en un lugar de especial veneración extramuros de la ciudad para los cristianos mozárabes valencianos hasta muy avanzada la dominación musulmana. Los principales restos de aquel templo son las dos portadas mencionadas, una situada a los pies de la actual Iglesia de Cristo Rey que carece de decoración figurativa y otra portada en el muro norte del templo que está cegada actualmente y que debió ser el ingreso principal de la iglesia medieval desde una de las salas del claustro del convento. Esto es así por la riqueza de sus capiteles historiados, por su tamaño y su decoración escultórica. Esta es una portada abocinada con un arco de anchas dovelas cuyas arquivoltas descansan sobre tres columnas a cada lado de fuste liso cuyas arquerías exteriores se hallan recortadas por el forjado del primer piso del claustro estando toda su decoración recubierta por varias capas de pintura que difuminan los relieves historiados. Su estado de conservación es muy deficiente como también lo es el resto del antiguo Convento de San José y Santa Tecla. Estas columnas se hallan numeradas puesto que se ha intentado en numerosas ocasiones el traslado de dicha portada a un museo con lo que se culminaría el insultante expolio de este patrimonio de todos los valencianos que reiteradamente se ha denunciado por las asociaciones vicentinas. En cada uno de los capiteles de las columnas se representan de derecha a izquierda del observador la secuencia narrativa de los tormentos del santo diácono; en el primer capitel San Vicente es azotado por dos soldados romanos, en el segundo San Vicente sufre el martirio del aspa que descoyuntaba sus miembros, en el tercero los verdugos clavan garfios para desgarrar sus carnes, en el cuarto el Santo se halla sobre una parrilla de fuego y Daciano le invita a que renuncie a su fe, en el quinto San Vicente se halla encerrado en un calabozo cuyo suelo se cubre de cristales y un ángel le consuela y en el sexto en cuerpo de San Vicente expira en paz mientras dos ángeles toman su alma.
Es llamativo el contraste de estilo de los relieves de cada lado de la portada pues en el lado derecho son más tensas y sencillas y en el lado izquierdo las formas más complejas dan una apariencia más reposada. En todo caso hay bastante detalle en las figuras representadas y como ejemplo tenemos el verdugo del capitel quinto que se protege con el brazo del calor que desprende la parrilla y el lecho de muerte del Santo donde se reproducen los pliegues de las telas con ondas vigorosas. Y es que esta portada, que se data entre 1240 y 1287, forma parte de la escasa secuencia del tardorrománico de la segunda mitad del siglo XIII en tierras valencianas que dio la bienvenida al gótico. Estos modelos fueron traídos por los maestros del norte que fueron atraídos hacia zona de frontera por la previsión de nuevas construcciones religiosas que cambiaron el marco islamizado del territorio pero lo cierto es que pocos fueron los edificios sobre los que pudieron actuar y entre ellos destacamos la puerta de la Almoina de la Seo de Valencia, la Iglesia arciprestal de San Mateu, los capiteles del Salvador de Burriana y Santa María de Morella y los Santuarios de Santa María del Puig y de San Vicente de la Roqueta. Para explicar su origen muchos estudiosos se han remitido al taller escultórico de la Catedral de Lérida encabezada por un escultor italiano discípulo de Benedetto Antelami.