lunes, 23 de enero de 2023

La puerta de la iglesia de San Vicente de Frias.




Cien piedras, muchas de ellas con relieves desdibujados, pequeñas esculturas mutiladas y vestigios irreconocibles es lo que queda, menos de la mitad, de la antigua portada románica de la iglesia de San Vicente de Frias, imponente sobre un cortado rocoso del pueblo.

Le faltan algunas escenas importantes, como la Natividad o la Crucifixión, pero las que sobreviven insisten en la vida pública del Mesías y lo presentan rodeado de testigos. En la portada también había monstruos, animales, ornamentos vegetales, retratos satíricos de los aristócratas y los ricos sacando la lengua y gesticulando con obscenidad, escenas de pecado y fornicación y hasta un ángel. Algunos expertos quieren ver las mismas manos que esculpieron las imágenes de la Puerta de la Coronería de la catedral de Burgos o acaso la misma escuela, levantada a mediados del siglo XIII.

Estaba en una iglesia fortificada que no tenía ni espadaña ni campanario, sino un torreón equipado con campanas y con sus almenas y saeteras. Además de la torre defensiva y la portada, de estilo románico tardío, el templo acabó adquiriendo un rosetón gótico en la fachada principal y más tarde se le adosaron un gran pórtico plateresco y varias capillas y sepulcros. Aquellas últimas modificaciones pudieron tener que ver con el desastre que acabó sufriendo la iglesia de San Vicente. Y es que la torre ya precisó una reparación de cierta importancia en el año 1605, tal y como recuerda una inscripción conmemorativa que ha llegado a nuestros días, pero desde entonces los libros de fábrica de la parroquia recogen un historial de agrietamientos y pequeños desastres que solo fueron a más con el paso de los siglos. El pórtico sufrió un derrumbe parcial en 1836, el baptisterio se hundió en 1879 y un incendio ocurrido en 1897 dejó el edificio sin una de sus naves. Finalmente, el 14 de noviembre de 1906, la enorme torre medieval se vino abajo completamente y arrastró con ella la portada románica y el rosetón gótico de la iglesia.

Parece que las cien piedras instaladas actualmente en el Met Cloisters de Nueva York se rescataron durante las tareas de desescombro y se apilaron a la intemperie contra la pared trasera de la iglesia, una de las que quedaba en pie. Todo parece indicar que la ingente cantidad de elementos arquitectónicos que faltan, incluida la tracería del rosetón, estaban tan destrozadas que no se consideró la posibilidad de conservarlas. Las cien piedras siguieron allí mucho tiempo, quizá una década o dos, y que solo se puso interés en protegerlas en una ocasión, cuando un tal Luciano Huidobro donó cierta cantidad de dinero para que fueran cubiertas con unas tejas. Parece que todavía estaban en Frías a principios de la década de 1920, pero desaparecieron justo después de aquello. El párroco de Frías, Vicente Montoya, admitió que se habían vendido «unas piedras abandonadas de escaso valor arqueológico apreciable» por 15 000 pesetas y que el dinero se había destinado a costear la reconstrucción de la fachada de la iglesia.

No sabemos quién las compró, pero sí sabemos que en el año 1923 las cien piedras de Frías ya obraban en poder de Joseph Brummer, un galerista húngaro que acababa de abrir su primer local en Manhattan. Y que Brummer se las vendió unos meses después a Henry Walters, uno de los mayores «coleccionistas» de arte de las primeras décadas del siglo XX. Walters se las revendió inmediatamente al Met de Nueva York por 50 000 dólares. Las cien piedras de la portada románica de la iglesia de San Vicente Mártir de Frías llegaron a exponerse en el Met por aquellas fechas, pero poco después se trasladaron a The Cloisters, una filial de la institución neoyorquina especializada en arte medieval europeo que abrió sus puertas en 1931. En realidad, The Cloisters, construido por el magnate John D. Rockefeller Jr. en el parque Fort Tryon de Manhattan, es un edificio sui géneris en el que se amalgaman varios claustros medievales comprados en Francia y trasladados piedra a piedra hasta aquel lugar. Hoy la portada de Frías, reconstruida al menos en dos ocasiones por los técnicos del Met, desempeña un papel más bien residual en el museo.

(Extracto del artículo de Rubén Díaz en Jot Down de 9 de 2022)