El culto a San Vicente estuvo muy extendido en Sevilla, donde existe una parroquia dedicada a este santo en la cual, precisamente Francisco Varela pintó el retablo mayor hacia 1635 con temas de su vida y martirio. Entre estas pinturas de la parroquia y la escena que presentamos se constatan intensas coincidencias estilísticas, especialmente en la descripción de las figuras que participan en el suplicio de San Vicente.Por otra parte, el dibujo habitual del estilo de este artista, que es firme y marcado, se constata en esta obra en la plasmación de figuras de enérgica expresión que, en este caso, contratan con el suave estudio anatómico que el artista ha dado al semidesnudo cuerpo del mártir. Este detalle evidencia el interés que, a partir de 1630, se suscitó en la escuela sevillana por el estudio de la anatomía, en el cual destacaron principalmente otros pintores como Alonso Cano y Juan del Castillo. Parece que Varela, de alguna forma, se interesó también por la descripción armoniosa del cuerpo humano, a pesar de que la Inquisición prohibía a los pintores la utilización de modelos desnudos, tanto masculinos como femeninos.