Existe en el Museo del Prado un legado de obras de arte que realizó en el año 1915 Pablo Bosch i Barrau. Este fue un hombre dedicado a las finanzas que destinó gran parte de su cuantiosa fortuna a la adquisición de unas obras de arte que fue reuniendo basándose en su propio criterio artístico y asesorado en ocasiones por su primo, el pintor Laureano Barrau. Una de estas obras es una tabla representando el Martirio de San Vicente, de autor anónimo y del primer tercio del S.XV. En ella observamos cuatro escenas representando en la parte superior dos escenas de su martirio y en la parte inferior dos escenas del hallazgo de su cuerpo. En ella destaca sin duda el conocimiento del autor de la azulejería valenciana y el conocimiento de los parajes de la Corona de Aragón y, en concreto, del Sinus Sucronensis de Cullera. La estética que muestra es la de tipos frágiles y elegantes en un modelo miniaturista. Resalta en él un cierto goticismo primitivista por representar varias escenas en el mismo cuadro a pesar de enclavarse la obra en un Renacimiento que se muestra en un tono melancólico y que contrasta con la alegría imperante en sus obras contemporáneas.